Optimismo significa enfrentar los problemas de la vida, sabiendo que con el esfuerzo necesario, vamos a poder solucionarlos y vamos a lograr nuestros objetivos y deseos.
Es saber que tenemos la fuerza y capacidad necesaria, para sobreponernos a cualquier dificultad y lograr una vida plena y feliz.
Es saber que tenemos la fuerza y capacidad necesaria, para sobreponernos a cualquier dificultad y lograr una vida plena y feliz.
"El optimista ve de la rosa, la rosa y el pesimista la espina". Kahlil Gibran (Poeta, pintor, novelista y ensayista libanés). |
Hijos optimistas
Cómo conseguirlo
Todos los padres quieren tener hijos luchadores, adaptativos, felices... optimistas. Crecer viendo el vaso medio lleno es garantía de resistencia frente a los envites de la vida. Merece la pena esforzarnos para que lo consigan.
Los niños tienen tendencia a ser positivos. Sin embargo, como explica Jesús Ramírez, coordinador de la sección de Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y autor de Curso de relajación progresiva para niños y adultos (ed. Cepe) “si sufren algún trauma, esto puede cambiar. A veces su pesimismo es que algo va mal. Ser negativo es manifestar ideas de tipo catastrofista, por eso hay que combatir esta forma de pensar”. Del mismo modo, un optimismo que raye en el idealismo también es perjudicial. Ayudarles a encontrar el equilibrio no es fácil, pero tampoco imposible, basta con infundirles una actitud positiva frente a los problemas. Amaya Pérez, psicóloga y preparadora de oposiciones al cuerpo de maestros, matiza: “Cuando un niño reconoce que puede controlar algunos sucesos de la vida, está capacitado para afrontar las dificultades de manera optimista; cuando siente que lo que le ocurre está fuera de su control no se esfuerza y, como consecuencia, se siente derrotado”. Predicar con el ejemplo ayuda en muchas ocasiones, pero no siempre, ya que el optimismo no depende sólo del carácter de cada uno ni de la influencia del entorno, sino que está determinado por la interacción entre ambos factores.
Enseñarles a enfrentarse a los miedos
El diálogo con los padres fomenta la seguridad en los hijos y les hace valientes. Un niño que se enfrenta a los problemas es un niño optimista. Para la psicóloga Amaya Pérez, “es conveniente ayudar al niño a relativizar las situaciones de fracaso para que no se sienta inferior a los demás y también las situaciones de éxito, para que no se sienta superior. Tiene que asumir que los fracasos forman parte de la vida”. Utilizar el sentido del humor para conseguirlo (como ocurre en el testimonio de Ángel y Óscar) puede resultar muy útil. Jesús Ramírez explica que también podemos ayudar a nuestro hijo a afrontar situaciones difíciles mediante la “desensibilización sistemática”. Esta técnica consiste en hacer que el niño se relaje y, mediante la imaginación, se adelante a una situación que teme, pero desde un punto de vista positivo. Por ejemplo, hacer un examen en el que se sabe las preguntas.
Cuidados con el exceso de preocupaciones
Cuando un niño tiene una responsabilidad que le supera, se siente mal y puede manifestarlo con comportamientos negativos. Actualmente muchos padres tienen poco tiempo para sus hijos y éstos pueden verse obligados a asumir cargas para las que no están preparados (con frecuencia los hermanos mayores se responsabilizan de los pequeños). Por ejemplo, ver televisión solos, sin supervisión de un adulto, puede contribuir a darles una visión negativa de la vida (que la guerra y la violencia son inevitables, que el dinero da la felicidad…). Tener miedo a lo que pueda pasar y ponerse en “lo peor” merma el optimismo. En palabras de la psicóloga Amaya Pérez, “diversos estudios demuestran que la mitad de la población escolar tiene miedo a la guerra nuclear. Estas expectativas de futuro generan sentimientos de desilusión. Debemos abordar estos problemas introduciendo valores a través de temas como educación para la paz o trabajar la inteligencia emocional”.
No permitir el pesimismo interesado
Es inevitable prestar atención a los hijos cuando tienen problemas. Sin embargo, a veces, esos cuidados “extra” se malinterpretan y el niño llega inconscientemente a la conclusión de que le queremos más cuando está triste. Si se queja con frecuencia, más que estar pidiendo ayuda está llamando la atención, por eso los padres debemos distinguir cuando hay un problema real de cuando continuamente pretende ser protagonista. Es importante asentar las bases de futuros aprendizajes o repetirá esta conducta errónea de mayor. Amaya Pérez asegura que “la educación infantil es una etapa ideal para iniciar cualquier aprendizaje, porque los niños pequeños son muy curiosos y tienen una gran plasticidad. No en balde esta etapa se caracteriza como educativa, preventiva o compensadora de posibles carencias”. Este comportamiento de queja puede ser aprendido. Los adultos somos modelos de conducta y muchas veces los niños imitan nuestra forma de enfrentar los problemas. Debemos tratar de predicar con el ejemplo.
Reforzar comportamientos positivos
Aplaudir sus virtudes ayuda al niño a creer en sí mismo. Cuando fracasa en una tarea no hay que desalentarle, pues esto hará que desarrolle ansiedad y se anticipe al fracaso. Es mejor ayudarle a ver cómo puede hacerlo mejor la próxima vez. Animarle a hacer cosas que se le dan bien hace que se sienta feliz y útil. Todavía está vigente la creencia errónea de que las cosas bien hechas no hay que considerarlas, mientras que señalar las malas ayuda a mejorar. Enseñar a los niños a ver lo bueno de la vida no significa mostrarles una realidad ideal, sino darles las herramientas para luchar contra todos los problemas, incluso de salud. “Es un hecho demostrado que los pacientes oncológicos tienen mayor esperanza de vida si se mantienen optimistas. El optimismo ayuda a enfrentarse a las desdichas y a salir airoso de ellas, ayuda a luchar y a superar los golpes”, añade Jesús Ramírez. No tiene ningún mérito ser optimista, cuando las cosas van bien.
ERES ESPECIAL, NO LO OLVIDES NUNCA,PORQUE ES ASÍ.
ResponderEliminarejjejjejeje gracias
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